XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Solemnidad
Octubre 18 de 2020
Isaías 45,1.4-6; Salmo 95; Tesalonisenses 1,1-5b; Mateo 22,15-21
Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Principio de sabiduría fundamental y de ética universal. Aquí entran en consideración la creación, la providencia, la teología de la historia, la justicia humana y divina, hasta la escatología o doctrina de los finales. Pero también esta sentencia del Señor hace alusión a la autonomía de lo creado, a la libertad humana y a la corresponsabilidad en el acontecer de la historia y en el orden social.
Esta sentencia la da Jesús en el marco de una malintencionada pregunta de los fariseos con la que querían obtener motivos para acusarlo ante las autoridades políticas, si se cargaba a un lado, o ante las autoridades religiosas, si iba en favor del César. Pero resulta que en la pregunta está la respuesta. ¿Es lícito pagar impuesto al César, o no? Claro que es lícito, porque los impuestos los necesita el César no Dios, y porque Dios no necesita que le paguen impuestos. Los impuestos los necesitaba en aquel tiempo el César para mantener el orden social y garantizar la infraestructura necesaria para ello. Por lo mismo, la moneda era una creación del César a fin de que el aporte tributario y el servicio comercial fueran efectivos y el César fuera lo que de él se esperaba: un señor a cuya sombra, bajo cuya autoridad y organización y proyección política, todos se sintieran seguros y en paz. Sin duda alguna, la moneda tipificaba esa autonomía y ese efectivo poder de organización política y social.
El caos social y la organización político-social son responsabilidad humana y corresponden a una gestión intramundana porque se ocupan de esa finalidad práctica de la organización social para la convivencia justa, pacífica y solidaria; y para ello hay que buscar los medios. Y en esto no nos apartamos de Dios ni nos debemos apartar de él, porque en el querer de Dios, en sus eternos designios está el anhelo de la sana convivencia, del bienestar de las personas y las comunidades, y del progreso de los pueblos.
En el número 46 de su Carta Encíclica “Pacem in Terris” el papa San Juan XXIII escribe: La convivencia no puede ser ordenada y fecunda si no la preside una legítima autoridad que salvaguarde la ley y contribuya a la actuación del bien común en grado suficiente. Tal autoridad, como enseña San Pablo, deriva de Dios. El que exista la autoridad y haya quienes manden y quienes obedezcan y el que las cosas todas no se den al acaso se debe a una disposición de la divina Sabiduría. Por el hecho de que Dios nos creó sociales por naturaleza y ninguna sociedad puede subsistir si no hay alguien que oriente a todos por igual al fin del bien común, es necesaria a la sociedad civil la autoridad para el gobierno y, en este sentido, la legítima autoridad viene de Dios.
En este sentido, caigo en cuenta de la querella de algunos creyentes sobre si el gobierno tiene autoridad para ordenar el cierre temporal de los templos o restricciones en la participación del culto. La respuesta ya nos es fácil de preverla: claro que tiene autoridad en orden al bien común, es decir, en cuanto que la necesidad de suspender actividades religiosas esté sustentada por la búsqueda del bien común, y en el caso de la pandemia por el bien superior del cuidado ante grave amenaza de la salud y la protección de la vida. Lo que no puede la autoridad es extralimitarse negando un bien superior por favorecer un bien de menor valor, como buscar el control natal a través del descarte de las vidas ya concebidas (aborto).
Sin mucho discurso, pero con una profunda sabiduría, el Señor respondió sabiamente a la capciosa pregunta de los tramposos fariseos que le hablaban. Jesús es portador de una sabiduría eterna, la de Dios; cielo y tierra pasarán, mis palabras no pasarán, había dicho Jesús en otra ocasión. Sabiduría a la que todos debemos aspirar y a la que podemos acceder por nuestro discipulado en Jesús y en la Iglesia.
Bien valdría la pena leer los libros sapienciales de La Biblia: Sabiduría, Eclesiástico, Eclesiastés, Job y Proverbios.
Frase para recordar: A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.
POEMA
Himno de la Liturgia de las Horas
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Bebe agua donde la bebe tu caballo; un caballo nunca tomaría agua mala.
Tiende tu cama donde el gato duerme plácidamente.
Come la fruta que ha sido tocada por una lombriz.
Sin miedo, recoge los hongos sobre los que se posan los insectos.
Planta un árbol donde el topo escarba.
Construye tu casa donde las víboras toman el sol.
Cava un pozo donde los pájaros se esconden del calor.
Ve a dormir y levántate al mismo tiempo que las aves,
cosecharás los granos de oro de la vida.
Come más verde; tendrás piernas más fuertes y un corazón resistente,
como el alma de los bosques.
Mira al cielo más seguido y habla menos
para que el silencio pueda entrar en tu corazón
y tu espíritu esté en calma y tu vida se llene de paz. (San Serafín de Sarov)
+ Ovidio Giraldo Velásquez (Obispo de Barrancabermeja)