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Homilía Domingo XXIII de Tiempo Ordinario

Grupos de audiencia: 

 

XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Solemnidad

Septiembre 6 de 2020

Ezequiel 33,7-9; Salmo 94; Romanos 13,8-10; Mateo 18,15-20

La palabra bíblica proclamada este domingo nos muestra la preocupación de Dios y de la Iglesia por el bien y la salvación de los hermanos y de todo el pueblo de Dios y, a la vez, plantea el amor como la motivación fundamental y suficiente para este anhelo. Ser centinela del pueblo, amar al prójimo, ganar al hermano, son expresiones que marcan el tono esta palabra de hoy.

La voluntad de Dios es que todos sus hijos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, ya lo sabemos, y por eso entendemos la importancia de la insistencia de estos pasajes bíblicos. Cuidar al pueblo, amar al prójimo, ganar al hermano, he ahí nuestro proyecto de vida, el cual está directamente enganchado a la primera fórmula del tradicional catecismo de haber sido creados para conocer, amar y servir a Dios; y en este amor y servicio terminamos cuidando, amando y rescatando al pueblo y a los hermanos.

Ser guardián era el natural encargo que tenía Caín con respecto a Abel, su hermano menor. Y en esta línea está la convicción de Jesús, pues nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos.

Hemos venido al mundo para cuidar al pueblo, amar al prójimo, rescatar al hermano; en pocas palabras, ser centinelas y guardianes del bien y la plenitud de los demás. Cada uno va cumpliendo esta tarea desde el carisma que tiene, es decir, desde su vocación de vida, con sus habilidades y al ritmo de su estilo personal. Por eso el aporte de cada uno es necesario, valioso e insustituible; ni Dios puede sustituirnos como no pudo hacerlo poniéndose en el lugar de Caín, aunque estaba a favor de Abel. Así que lo que atemos en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatemos en la tierra quedará desatado en el cielo. Todo lo que aquí hagamos tiene repercusión en el cielo, es decir, en el lugar y momento de la consumación de los hechos y las historias. En el atardecer de la vida seremos examinados en el amor, nos lo recuerda el gran San Juan de la Cruz.

Hoy iniciamos en Colombia la Semana por la paz, y nuestro anhelo es que la figura y la historia de Caín no tengan actualidad en el discurrir de nuestra nación y no haya escenarios ni iniciativa alguna que los favorezca. Es una semana para clamar que la paz es posible y, aún más, que es un derecho y corresponde a los originales designios de Dios. Muchos haremos este clamor desde nuestra condición de hermanos menores acoyundados, lacerados, perseguidos, despojados, desplazados y condenados a muerte por hermanos mayores a razón de su fuerza, poder y capacidad de inclinar la balanza a su favor y no a favor de la verdad y lo justo. Pero lo haremos con la alegre firmeza de quienes sabemos que la paz es nuestro destino, que la reconciliación es el camino y la superación de las mentiras del padre de la mentira son la condición para una paz verdadera y estable. Lo haremos con humildad y firmeza, o con firmeza pero en la humildad, con la paz de un corazón reconciliado y anhelante de reconciliación y con la alegría de poder mirar al otro como hermano, como compañero de camino, como viajero de la misma barca; y reivindicado para todos la condición de hijos de Dios, de hermanos y de herederos del cielo nuevo y la tierra nueva instaurados por Jesucristo.

Esta Semana por la paz es un paso más en nuestra opción humana y cristiana de proteger al pueblo, rescatar al hermano y amar al prójimo. Y daremos este paso desde nuestras diferentes orillas, buscando juntar nuestros pasos en el común objetivo de la defensa, cuidado y promoción de la vida y los derechos humanos. Esta semana daremos un paso más hacia la paz, consolidando la significativa historia de esfuerzos por la paz tejida en nuestra hermosa región y en Colombia. Es una semana abierta a la participación de todos porque es una construcción conjunta, es un derecho para todas las personas y es un bien deseado por Dios para sus hijos. Bienaventurados los que trabajan por la paz porque ellos serán llamados hijos de Dios, nos recordaba Jesús en el sermón de la montaña.

Hagamos mucha oración, tengamos encuentros de oración por la paz, el bien, la verdad y la justicia. Miremos que en el pasaje del Evangelio de hoy Jesús nos ha asegurado que si dos de nosotros nos ponemos de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán del Padre que está en los cielos. Animémonos a hacer vigilias, cadenas y encuentros virtuales de oración, además de foros, conversatorios, y otros encuentros para reflexión e intercambio de experiencias. Juntemos voluntades, sentires y pensares en ese objetivo común y fundamental de la paz.

Anhelo que en esta semana se fortalezca nuestra vocación al trabajo honrado, a la disciplina académica, a la vocación asociativa, a la fraternidad; y se refuercen las prácticas de buena vecindad, el apego a lo verdadero y justo, la solidaridad y la comunitariedad.

Que todo lo vivido y celebrado en esta semana sea un canto a la vida, a la fraternidad y al reencuentro de las vecindades. No olvidemos que somos habitantes de una casa común y viajeros de la misma barca, así que toda enemistad y resentimiento que son accidentes y situaciones accidentadas en nuestra vida y nuestra historia se vayan transformando en dinamismos de reencuentro y comunión de hermanos.

 

 

Que se ahuyente todo miedo porque donde hay amor no hay lugar para el temor, nos recuerda el apóstol San Juan en su primera carta.

A aquella jovencita de Nazaret, que lo apostó todo por la paz, la reconciliación, el perdón, la fraternidad y la eterna bienaventuranza, le pedimos nos acompañe con su protección y ayuda.

 

Frase para recordar: Amar es cumplir la ley entera (Rm. 13,10)

 

POEMA
Oración por la paz

 

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Señor, haz de mi un instrumento de tu paz;

que donde haya odio, siembre yo amor;

donde haya ofensa, perdón;

donde haya duda, fe;

donde haya desesperación, esperanza;

donde haya tinieblas, luz;

donde haya tristeza, alegría.

 

¡Oh, Divino maestro!

Concédeme,

que no busque ser consolado, sino consolar;

que no busque ser comprendido, sino comprender;

que no busque ser amado, sino amar;

porque dando, recibo;

perdonando, es como tú me perdonas;

y muriendo en Ti, nazco para la vida eterna.

 

San Francisco de Asís

 

 

+ Ovidio Giraldo Velásquez

(Obispo de Barrancabermeja)

 

 

 

 

 

 

 

Reflexión dominical: 
No