XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Solemnidad
Septiembre 27 de 2020
Isaías 18,25-28; Salmo 24; Filipenses 2,1-11; Mateo 21,28-32
En estos días se ha oído decir que por la pandemia y todo lo que ella ha implicado es frecuente ver personas que están dolidas con Dios señalándolo de injusto e indolente. La palabra bíblica proclamada este domingo nos da luces para esta situación.
En la primera lectura de hoy aparece este mismo escenario, bien ilustrado por el profeta Ezequiel cuando escribe: Así dice el Señor: Comentáis: No es justo el proceder del Señor… Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, o ¿no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió.
Precisamente, y muy concordante con lo que este pasaje bíblico menciona, hemos oído que esta pandemia y todo su dolor es consecuencia de los desórdenes humanos a todo nivel; también se dice que precisamente la pandemia desenmascaró muchas mentiras y falsas seguridades que desde hace tiempo se venían defendiendo como grandes conquistas que garantizaban una prosperidad sin límite.
Con la pandemia se ha descubierto que la explotación de los recursos naturales tiene su lado oscuro y malas consecuencias, que los sistemas de salud y educación tienen significativos vacíos, que el desarrollo industrial y económico incluye graves problemáticas, que la cultura moderna basada en el dominio de la naturaleza y en la adquisición de bienes de por sí incluye varios males. En definitiva, siendo que estas realidades tienen sus bondades que saltan a la vista, lo que se ha constatado es una ya no muy sana veneración de ellas hasta la idolatría. Muchas guerras, conflictos familiares y comunitarios, dinámicas y estructuras de explotación, discursos e ideologías, se han construido para defender e instaurar estas cosas que hoy son grandes amenazas. Tal vez es la idolatría de estas deslumbrantes y ventajosas condiciones de nuestra realidad lo que nos ha llevado a la actual situación de graves pérdidas y profundos dolores. La idolatría siempre es un error y un horror; ante ella, en el antiguo testamento los profetas reaccionaron tajantemente, y siempre ha sido para Dios una grave ofensa.
Justamente, en la segunda lectura de este domingo, el apóstol San Pablo invita a las comunidades cristianas de la ciudad de Filipos a no obrar por rivalidad ni por ostentación, a dejarse guiar por la humildad y a considerar siempre superiores a los demás, a no encerrarse en sus intereses sino a buscar los intereses de los demás, siguiendo así los sentimientos de Cristo. Y justamente estos valores son los que el orden de la cultura moderna y las políticas del mundo actual han desconocido y postergado. Entonces, si podemos decir con el profeta Ezequiel que no es injusto el proceder de Dios, sino que es nuestro proceder el que es injusto.
En el evangelio de hoy aparece una grave injusticia, la de nosotros los cristianos que confesando ser adoradores del Dios vivo y verdadero actuamos y vivimos en desacato de sus designios, como el segundo hijo de la parábola quien de boca aceptó el mandato del padre, pero luego lo desconoció y no lo cumplió.
Entre los que nos decimos creyentes se dan casos de no pago de salarios justos, y que seamos fraudulentos en el manejo de nuestras economías, ostentosos, vanidosos y dilapidadores de bienes y fortunas, partícipes de cadenas de explotación de recursos y personas. Toda una idolatría del capital, la industria, la producción y el consumo. Un error y un horror.
Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevarán la delantera en el camino del reino de Dios, sentenciaba Jesús.
Todavía, a todos, nos queda en esperanza el último anuncio del profeta Ezequiel en la lectura este domingo: Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.
Pero, ¿qué tal si, como lo sentencia el relato del evangelista San Mateo en la última parte, aún después de ver esto no recapacitamos ni creemos?
Frase para recordar: La misericordia del Señor es eterna.
POEMA
Oración del salmo 24
.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas,
haz que camine con lealtad;
enséñame porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
+ Ovidio Giraldo Velásquez
Obispo de Barrancabermeja